Por alguna razón o
motivo cuando invocamos en nuestra mente a la luz, algo en nosotros nos hace
pensar en la obscuridad, así como sucede con la alegría y la tristeza, con la
vida y la muerte, lo bueno y lo malo, el blanco y el negro, el yin y el yang.
Existe un puente en nuestros pensamientos, en nuestra mente, un puente que
conecta opuestos, pero que a diferencia de lo que se cree, estos opuestos
tienen más cosas en común que diferencias y con esto me refiero a su forma de
vivir y prevalecer, pues tienen en común un sentido de interdependencia, algo
que no los permite vivir solos sin su “opuesto”, pues o si no, no podrían
existir. Esta dependencia mutua entre ambos no los hace más vulnerables como
podríamos creer, sino que les otorga un significado más grande, uno ayuda al
otro a prevalecer y a existir, son conceptos que entendemos conforman nuestro
mundo y lo mantienen en equilibrio, es como una homeostasis de pensamientos.
Estas palabras buscan un constante equilibrio, no buscan una hegemonía de su
significado frente a otro, sino que necesitan de su opuesto para mantener la
estabilidad en el pensamiento humano.
Alguien puede imaginar explicar la luz
sin pensar en la obscuridad o viceversa ¿Cómo podría existir la vida sin la
muerte? Si imaginamos que todos somos inmortales, ¿existiría en verdad alguien
realmente vivo?, de que nos serviría esa palabra “vida”, si fuésemos inmortales
la vida perdería importancia para nosotros, al punto de quizá llegar a
olvidarla, si ya nadie piensa en la muerte, nadie necesitaría la “vida” o tal
vez sí, pero solo los que querrían vivir de verdad; los que querrían despertar
de ese sueño constante que simula una vida, pero que en verdad no es más que una
ilusión, ya que son seres que se encuentran en un limbo constante entre la vida
y la muerte, pero realmente con ninguno de los dos, pues son zombies. Los que
deseen despertar de verdad solo querrían una cosa: “morir”, que paradoja..,
pero es simple, al morir tendrían una verdadera vida. Necesitan morir para
renacer como un fénix.., necesitan morir para cerrar ciclos y volver a
continuarlos tal vez de diferente forma o cerrarlos para ya nunca más continuar
en esta rueda infinita, la vida necesita a la muerte para existir y viceversa.
Requerimos siempre equilibrio para
vivir realmente existiendo aquí y ahora, y no se trata solo de saberlo, sino de
comprenderlo, debemos descubrir el equilibrio en nuestro vivir y en nuestros
pensamientos. No podemos vivir siempre en la obscuridad o en la luz,
necesitamos de los dos, juntos pero no revueltos.
Muchas cosas en nuestro diario vivir
nos muestran claros ejemplos de esta homeostasis necesaria para existir
realmente, pero muchas veces no los vemos, nos cegamos creyendo que las cosas
simples de la vida tienen nimios significados, pero no es así, pues en verdad
las cosas simples de la vida son las que contienen los significados más
grandes, como acostarse en el suelo a mirar el cielo; a veces vemos nubes, a
veces no las vemos, pero de todas formas vemos la nada, porque al ver esa nada
en verdad vemos todo, vemos que no hay lo que solemos ver o lo que esperamos
ver, pero de todas formas detrás de ese cielo vacío vemos todo lo que está
detrás, vemos recuerdos, sentimientos, pensamientos, vidas, existencia.., al
mirar a la nada podemos verdaderamente “ver” todo, aunque no lo podamos
describir pues nuestra subjetividad nos carcome. Cosas simples de la vida… un
poema o un cuento puede darnos la razón de nuestra existencia o no, pero de
todas formas nos otorga una sublime satisfacción de equilibrio, puede
impregnarnos con tristeza o con alegría, pero siempre lo contrarrestaremos con
lo opuesto para poder comprender el significado. Homeostasis divina es todo lo
que buscamos en nuestro existir, conseguir el equilibrio y no poder describirlo
es cosa humana, pero conseguirlo y poder disfrutarlo es cosa divina.